Visitar Hiroshima provoca sentimientos encontrados. Esta ciudad de contrastes, moderna y apacible, ubicada a más de 800 kilómetros de Tokyo -la capital de Japón-, unas cuatro horas de viaje en los conocidos trenes bala de alta velocidad, ha renacido con ímpetu de las cenizas tras ser testigo de una de las mayores tragedias de la humanidad.
El sosiego de sus parques y la placidez de sus santuarios, combinados con la energía de una urbe moderna, es un complemento ideal para un destino que cautiva por su cultura mezcla de tradición y actualidad. Los habitantes, afables y hospitalarios, reciben a los turistas con gran calidez.
Todos los lugares más sugestivos en Hiroshima están ubicados a una distancia relativamente cerca entre sí. El Parque Conmemorativo de la Paz es el corazón simbólico de la ciudad. Un parque con extensas zonas de césped, árboles tupidos y una serie de monumentos que impactan. Previo a la Segunda Guerra Mundial, esta zona estaba ocupada por un barrio humilde de viviendas construidas en madera y templos budistas que albergaba a cientos de familias.
El 6 de agosto de 1945 el escenario cambió de manera radical: Hiroshima nunca volvería a ser como antes. La explosión atómica pulverizó la ciudad y exterminó a buena parte de sus habitantes. Hoy, caminar por las calles de este lugar, invita a la reflexión: es que de aquel vecindario tranquilo solo unas pocas paredes de ladrillo y cemento resistieron al estallido.
El Domo de la Bomba Atómica es un símbolo del horror. Con su esqueleto metálico y algunas paredes aún en pie, es una estructura impactante y dramática, que ha sido preservada tal como quedó tras el bombardeo. Este sitio, también conocido como Cúpula de Genbaku, ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Aún se erige como un poderoso recordatorio de la catástrofe y la destrucción de la guerra y, al mismo tiempo, un apelación a la paz.
A unos metros de distancia, el Museo Memorial de la Paz de Hiroshima proporciona una experiencia educativa profunda, con exhibiciones que describen los demoledores efectos de la bomba atómica y el firme compromiso de la ciudad con la paz mundial. El museo cobra una tarifa simbólica de entrada y se compone de varias partes: una sección sobre Hiroshima antes de la explosión, una sección sobre el ataque en sí y sus efectos, y una sección sobre la era nuclear.
El recorrido transcurre luego por la “Llama de la Paz”, que permanecerá encendida mientras todavía exista la proliferación nuclear y bombas atómicas en el mundo. El podio sobre el cual arde la llama está hecho en forma de dos manos presionadas juntas con las palmas hacia el cielo.
Muy cerca se encuentra el monumento conmemorativo de Hiroshima, más conocido como el Cenotafio para las Víctimas de la Bomba Atómica. Visitarlo puede resultar una experiencia estremecedora: sólo pensar que decenas de miles de personas murieron de forma inmediata y otras tantas por los efectos de la radiación. Los nombres de todos aquellos que perdieron la vida, inscritos dentro de la bóveda de piedra central, es un sombrío recordatorio de la tragedia.